A veces pienso como será mi vida cuando no pueda seguir haciendo cosas con mis manos.
Pienso en el dolor que sienten las personas artesanas cuando ven que sus manos pierden habilidad.
Recuerdo las manos de Don Abel y de Don Antonello. Manos con experiencia, pero ya un poco incapacitadas por las deformaciones que traen el trabajo y los años.
Recuerdo los ojos de Don Abel casi blancos, sus piernas pesadas, su estómago hinchado. Sin embargo, su habilidad en el torno superaba estas limitaciones.
Recuerdo también el cuerpo de Don Antonello, la inseguridad al subir la escalera. Sus pulmones afectados por los vapores del disolvente.
Estos dos Artesanos Maestros de edad avanzada me llevaron a reflexionar sobre la limitación del cuerpo y cómo, la única forma de superar esta limitación, es a través del trabajo hecho magistralmente. Como escribí de Don Abel, “En la limitación otros atributos salen a la Luz. La limitación crea nuevas formas de lograr expresar lo que llevamos por dentro”.
Por esta razón sé y confío que cuando ya no pueda hacer tanto como quiera, encontraré otra forma de seguir revelando quién soy o quizás, mis manos siempre seguirán llevándome a “Conocerte”.
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